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Golpes emocionales

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Aprovechando que me he levantado a las seis menos algo de la mañana (NUNCA más me voy a la cama con el estómago tan lleno, no se duerme bien ni por asomo), he decidido escribir y retomar las buenas costumbres.

Me tardé mucho en volver, soy consciente de ello pero francamente se me habían largado las ganas de escribir, le voy a tirar la culpa a una posible astenia primaveral porque este clima me tiene un poco chafada y algo confusa, es cierto que odio el calor y soy una criatura de invierno pero si el clima fuese algo “a medias” todavía pero resulta que el calentamiento global, el cambio climático, el derretimiento de los polos o santa sea la razón hace que un día granice, nieve, diluvie y al siguiente haga tanto calor que no sepas donde meterte y eso me tiene un poco afectada, nada grave, pero claro… cualquiera se orienta y se centra con este clima infernal.

Y para aquellos que os estéis preguntando que tal va la retirada de medicación del corazón: ¡va genial!, ayer día 13 ya pasé a tomar un cuarto por la mañana y un cuarto por la noche así es que de aquí a nada seguro que ya la he retirado por completo lo cual me hace muy pero que muy feliz porque si algo estoy deseando es perder de vista por completo las dichosas pastillas de las narices.

Aviso a navegantes: esta no va a ser una entrada de cosmética blanca ni de maquillaje (por que últimamente me siento menos inspirada para escribir ese tipo de cosas así es que la que avisa no es traidora), a partir de aquí ya decidís si quedaros o no, en todo caso yo continúo a lo mío.

Durante mucho tiempo he querido escribir esta entrada, es otra de mis tantas entradas duras pero que le vamos a hacer, han formado parte de mi vida y, aunque las heridas ya se han curado me gustaría dejar la experiencia plasmada ya que considero que es en parte una buena crítica social, en parte algo de lo que sentirme orgullosa por haber superado y también en parte una muestra de ánimo para quien esté pasando por lo mismo, o quien haya pasado por lo mismo pero que lamentablemente no lo haya superado.

Últimamente hablo mucho con una amiga que es profesora, creo que ella es la que me ha terminado de impulsar a escribir esta entrada ya que de tantas charlas con ella al final estoy aquí y eso sin duda quiere decir algo.

Hay personas a las que la vida no nos ha puesto una alfombra de algodón precisamente y a base de palos nos ha enseñado muchas cosas, nunca pensé que yo sería una de esas personas pero, ¡hey! Al final así ha sido y hay que sacar siempre no lo bueno (que no creo que todo tenga un lado bueno) si no la parte más jodida de todo eso malo que pueda hacerte más fuerte, más resistente, y sacarte adelante.

Hay un término que hoy en día todo el mundo conoce pero que cuando comencé a sufrir no tenía nombre: BULLYING.

Es la primera y la última vez que voy a definirlo así ya que me parece el nombre de un medicamento y no una situación real que afecte a una persona, para mi siempre ha sido y siempre seguirá siendo acoso.

Golpes emocionales.

Existen muchas maneras de sufrir acoso, de ser maltratada.

Creo que por desgracia las he experimentado todas.

No se si lo sabréis pero yo nací en Chile, lugar que no me identifica para nada en absoluto ya que me vine a España cuando tenía 13 años y siempre he tenido mi doble nacionalidad, Chile para mi es un bonito sitio al que ir de vacaciones (siempre y cuando deje de lado el tema de que es un país sísmico cosa que detesto), por muchas razones además de criarme aquí tengo más que ver con la ideología de España que con la de allí, y no quiero extenderme demasiado en ese punto porque el tema no va de eso y eso da para otra entrada.

Cuando llegué a España la verdad es que no tuve un buen recibimiento, me tocó como a todo hijo de vecino ir al colegio y allí comenzó el problema.

El problema es que yo soy diferente, y siempre lo he sido, diferente por muchas razones y, entre ellas que en esa época aún conservaba el acento del que hoy por hoy reniego tanto ya que por lo general pronunciamos fatal, modulamos fatal, nos comemos letras y un sin fin de cosas más que he ido mejorando muchísimo hasta dar con la forma de ya no solo “camuflarme” o “mimetizarme con el entorno” si no sentirme cómoda.

Como me decían yo era la: “niña que hablaba como en la novela”. Primer acto enorme de ignorancia colectiva y es que la mayoría de esas novelas que llegan a España proceden de todos sitios de Sudamérica menos de Chile (básicamente porque hablando apenas se nos entiende y porque tenemos tantos términos coloquiales que idem the idem nadie nos entendería) salvando una que tuvo su cierto éxito la mayoría de esas teleseries no son de Chile pero… eso no es relevante a una panda de preadolescentes con ganas de joderte. Me pasaba horas “entreteniendo” a la masa de compañeros hablando sin parar de lo que fuese para tenerles contentos porque les hacía gracia mi acento.

Cuando me cansé de ser el entretenimiento ajeno comenzaron las amenazas y los primeros golpes.

¿La solución?: fácil, si no quería ser golpeada solo tenía que irme corriendo al cuarto de baño y encerrarme en el lavabo nada más sonaba la campana para ir al recreo, porque una vez fuera de la mirada del profesor, de la falsa seguridad que este me daba era sí o sí seguro que irían a por mi.

Otro motivo para ir con la letra escarlata pintada es que siempre me he llevado mejor con los hombres que con las mujeres, en cuanto pude siempre me hice más amigos que amigas por lo que las chicas con dudosa autoestima o con problemas de celos se cebaron conmigo tachándome de un montón de cosas simplemente por ir con ellos en vez de con ellas, así en una sociedad donde nos condenamos mutuamente sin motivos ni argumentos y teniendo 13- 14 años ¿es normal escuchar que eres una puta?, supongo que con una personalidad desarrollada y a veces arrolladora como lo es la mía ahora me puede pasar un camión por encima que no sentiría nada pero en esa época, vaya, las cosas eran muy, muy diferentes.

Eran tan diferentes que, en un momento dado sentí que ya no podía más así es que decidí subirme a la mesa del escritorio del profesor al finalizar la última clase de un día completamente anónimo y chillar desde lo más profundo de mi que si alguien quería ver lo que habían hecho entre todos podían pasarse por el puente que dividía el pueblo a la salida del colegio.
Como era de suponer no fue nadie, el puente, bastante alto por cierto tenía una barandilla con muy poca seguridad, fue fácil treparla y quedarme en el aire literalmente sujeta con una mano y pensar “que bien por fin fundiré a negro y se apagará todo y ya no tendré que soportar toda esta mierda”.

Cuando me di cuenta de que nadie iba a aparecer y ya me iba a lanzar de cabeza al vacío ironías del destino una mano me pilló al vuelo por el cuello del abrigo y me sacó de ahí, era la chica que en esa época me había hecho más daño, la misma que sin saberlo me estaba salvando la vida.

No puedo decir gran cosa, no recuerdo mucho, una ambulancia, mi primer tranquilizante, horas en blanco, confusión, caos, tristeza… se quedó ahí, se quedó ahí porque nadie me tomó en serio, se quedó ahí porque mi madre estaba batallando sus propias guerras y no sabía ni podía hacer nada más, se quedó ahí por que el colegio no supo que hacer ni quiso hacer nada, se quedó ahí por que podía haber ido a más y acabar en las noticias como una de tantas más que hoy en día se suicidan pero, se tenía que quedar ahí porque aún me quedaba mucha mierda por tragar.

Cuando el colegio se terminó experimenté una sensación de libertad absoluta, ilusa y tonta de mi pensé que todo se había terminado y que podía comenzar de nuevo de forma anónima, pensé que podía sacarme de encima todo el pasado sin saber que ese mismo pasado me pisaba los talones.

Cuando pasé del colegio al instituto no sabía que muchos (por no decir todos) los que habían sido mis compañeros pasarían también al mismo instituto donde yo iba a ir a parar, así es que el problema no solo me siguió de cerca si no que se hizo mayor, por que esas personas incrementaron su poder y se hicieron con más aliados.

Es duro tener un instituto detrás de ti.

No, en serio, es jodido.

Es jodido estar en medio de un círculo de gente donde estás en medio recibiendo golpes y patadas mientras escuchas como los demás corean: “¡mátala, mátala, pégale!”.

Es duro que en clase de música el chico que te guste se levante y te de tal somanta de puñetazos que te quiebre la nariz y tenga que ir a buscarte una ambulancia y termines en un hospital.

Pero es más duro todavía interponer una denuncia contra el centro y contra el chaval que termines por retirar por amenazas y por miedo.

Miedo es lo que desayunas, con lo que te levantas, miedo es lo que comes, con lo que vives, el miedo te merienda, con miedo cenas y el miedo te impide dormir, razonar, amar, pensar, crecer, conocer, aprender, miedo es lo que te mantiene en tal estado de estrés y de ansiedad continua que el perpetuo estado de alerta te crispa los nervios y cualquier tontería te hace saltar, miedo es lo que se penetra dentro de cada uno de los huesos de tu cuerpo y te hace temblar aún cuando solo una mano se extiende para darte una caricia, un abrazo, consuelo.

Morirse es fácil, saber vivir es más difícil y, desde luego tarea casi imposible si tienes miedo constante.

Miedo que te tiren del pelo, miedo que te peguen, miedo de que te toquen, de que te humillen, de que te expongan, miedo de que te escupan, de que te pisoteen, de que te degraden como ser humano, de que te hagan añicos como persona, de que anulen tu personalidad, miedo de que ese día no vuelvas a casa, o vuelvas con algo roto… o que ese algo roto ya jamás puedas recomponerlo.

Dejé el instituto cuando tenía 16 años y ya me había cambiado de centro y casi de ciudad, lo dejé sin terminar la ESO porque aún habiéndome deshecho de todo aquello el miedo era superior a mi y porque jamás he pensado que aprendería más que lo que he aprendido en la calle, en la vida, o de forma autodidacta pese a que después he estudiado lo que no está escrito, no, no es mi tarea pendiente, no forma parte de una lista de cosas que sienta que tengo que terminar para sentirme realizada.

Solo lo escribo porque sucedió así, porque es más realista que contar una verdad a medias o que hablar solo sobre una parte.

Hace muchos años de aquello y todo ha quedado atrás, todo eso me enseñó a hacerme fuerte, a quererme, a comprender que yo no tenía la culpa de nada por más personas en mi vida que me he encontrado en el camino que me preguntaban una y otra vez sin parar con la misma canción repetida hasta el hartazgo:

¿Pero tú que has hecho para merecerte todo eso?, ¿que has dicho?, ¿con quien te juntas?.

Como si alguien se mereciera tal somanta de palos, como si alguien se mereciera alguna vez esos golpes emocionales, como si hubiese que cosechar con méritos propios tales humillaciones, es más fácil hacerte responsable a ti que eres la víctima que hacer frente a que la situación por la que pasas es el compendio de un montón de errores que nada tienen que ver contigo.

Errores que comienzan en la familia de esos agresores que en nada los justifican pero, que, de alguna forma explican el porqué de que tu, yo, fulano o mengano sea objeto del blanco de la ira desencadenada de quien te va a golpear y hacer daño de forma física o no física.

Errores que se pasan por alto porque es más fácil mirar hacia otro lado.

Errores que nos escupen a la cara que falló algún eslabón en la educación de esas personas y no queremos verlo, no queremos saberlo, oírlo ni ser parte interactiva de ello porque “no nos concierne”.

Y eso nos lleva a ser partícipes de esos errores, error es pasar de largo, error es no involucrarse, es no pensar en los efectos colaterales de un silencio colectivo que prefiere no interferir por que “a ver si me van a hacer algo a mi también por meterme donde no me llaman”.

Yo he estado en muchos sitios donde no me han llamado, y he aprendido a lanzar manos cuando la vida me ha dejado, no se si he conseguido alguna vez detener en seco la caída desde un puente de alguien pero desde luego he intentado hacer lo que he podido y duermo con la conciencia muy tranquila porque no puedo reprocharme nada, ¿cuantas personas pueden no reprocharse haber cambiado el rumbo de los acontecimientos?.

Pero ¿os cuento un secreto?, yo tengo suerte, estoy viva y estoy entera, otros muchos no están aquí para contarlo, y sigue sucediendo día tras día y ya ni si quiera nos inmutamos.

Hemos pasado de decir “eso es cosa de niños”, a “vaya otra niña suicida en el telediario” mientras pedimos que nos pasen la sal y lo comentamos como si tal cosa.

¿Qué es lo que necesitamos para despertar la conciencia social de una vez por todas?, ¿de verdad se nos han dormido los sentimientos a tal punto que si no toca a alguien cercano a ti no te afecta, no te duele, no te conmueve no te sacude por dentro?.

A mi ya no me duele, los golpes emocionales y las carencias las he suplido con el amor de mi familia, de mi entorno, de la gente que me quiere y, las heridas físicas (tanto las que me han inflingido como las que me he podido hacer yo misma) han curado y han cicatrizado bien, pero ¿y cómo están las heridas y los golpes de los demás?, ¿cómo están los brazos de ese chico cabizbajo que te cruzas en el tren a diario pensando que lo hace solo por llamar la atención?, ¿cómo estás tú?, ¿cómo estará la próxima cena viendo el telediario en casa mirando por la caja tonta como ha muerto otra persona más víctima del acoso?.

Yo no traigo las respuestas, os traigo las preguntas. Las preguntas que puede (solo puede) que hagan reflexionar a quienes me lean, las preguntas que son incómodas, que ya nadie hace, que nadie formula en voz alta.

En una voz que pueda ser la portadora de noticias reales y desagradables:

Señoras, señores, nos estamos yendo a la mierda, como personas, como sociedad, cuyos valores caen más en picado que la puta prima de riesgo, o que el riesgo de la prima o que el primo del vecino, todos estamos en riesgo, en riesgo de potenciales víctimas, en riesgo de potenciales acosadores, en riesgo constante, para salir del riesgo de la crisis económica quizás deberíamos comenzar por ir a lo más importante: la crisis humana.

Lo sé, no te ha gustado todo esto.

Esto es lo que sucede cuando notas como el tabique nasal se abre contra unos nudillos en tu cara.

Esto es lo que sucede cuando notas el sabor de la sangre en la lengua.

Esto es lo que sucede cuando pierdes la edad de la inocencia cuando no toca, ni es tu turno, ni es el momento.

Esto, lo que muchas personas nunca se atrevieron a contar, y a quienes yo custodio bajo mis alas, donde ojalá les pudiese tener siempre protegidos.

Hace más de diez años me tocó a mi, mañana puede que sea tu prima, tu hermano, el sobrino del vecino del tercero… de alguna forma habrá que pararlo y hoy, por lo menos yo, lo saco a la luz chillando bien fuerte por todos ellos que:

¡¡¡NO MÁS GOLPES EMOCIONALES!!!

Intolerancia cero contra el maltrato, da igual de que forma se manifieste.

Y para ti que te escondes en el lavabo, que no sales de casa nunca, que tienes miedo, que no puedes dormir, no puedes comer, DENUNCIA, tu vida vale más que todos ellos, que todo eso, eres más importante de lo que piensas ahora, lo entenderás luego, cuando pase todo ese proceso de desintoxicación, porque debes desintoxicarte, sacarte todo eso de encima.

¿Y si comienzas por escribirme tú historia?

Para mi no eres otra noticia en el telediario.

Aquí está mi mano, tómala.

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